El 19 de abril de 1775 en los pueblos de Lexington, Concord, Lincoln, Arlington y Cambridge, todos ellos del condado de Middlesex en el estado de Massachusetts, se produjeron una serie de enfrentamientos que desencadenaron la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, por eso hoy conoceremos a una figura indispensable para el conflicto, un padre fundador no reconocido, conoceremos al espía valenciano amigo de George Washington.
La historia de nuestro protagonista, Juan de Miralles y Trayllon, comienza en la localidad alicantina de Petrer el 23 de julio de 1713, hijo de una familia de orígenes franceses, nació en esta localidad ya que su padre estaba destinado allí mientras luchaba por Felipe V en la Guerra de Sucesión Española.
Cuando apenas tenía unos meses, su familia regresó a Francia y Miralles no volvió a España hasta 1732. No se sabe que hizo nuestro protagonista hasta 1740, cuando con 27 años desembarcó en Cuba con una fortuna de 8.500 pesos de la época, esta fortuna significa, que si Juan hubiese vivido en Alicante, habría sido el más rico de la ciudad.
Se desconoce cómo generó tanta fortuna, pero se presupone que se debió al tráfico de esclavos. Gracias a esa fortuna, Juan se casó el 22 de agosto de 1744 con María Josefa Eligió de la Puente y González-Cabello, natural de La Habana e hija de una de las familias más acaudaladas de Cuba.
La pareja comenzó a vivir en una casa de la Calle de Aguiar y tuvo 1 hijo y 7 hijas:
- Antonia Josefa, 1745.
- María Bárbara, 1748.
- María Guadalupe, 1749.
- Josefa Loreto, 1751.
- Ana Josefa, 1752.
- María Jesús de la Trinidad, 1753.
- María Francisca de los Dolores, 1758.
- Juan Francisco, 27/10/1759.
Una vez establecido, Miralles comenzó a comerciar con los puertos ingleses, aunque no existe demasiada información al respecto. Esto se debe muy probablemente a sus actividades posteriores.
Sabemos que sin duda se dedicó al tráfico de esclavos ya que fue la pieza clave en el comercio negrero hispánico durante los años sesenta y setenta del siglo XVIII, apareciendo su nombre asociado al de cualquier empresa negrera de mayor o menor envergadura. De hecho en 1766 entró a formar parte como socio, de la Compañía Gaditana de Negros, la empresa negrera más grande, con 70 acciones de las 960 que tenía la compañía.
Miralles el espía
Gracias a sus actividades comerciales Miralles obtuvo un amplio conocimientos del territorio de Estados Unidos, sabía hablar inglés y había obtenido el contacto y la confianza de gente de todo tipo entre las filas inglesas.
Por lo que cuando el conde de Floridablanca dió a los gobernadores de Luisiana y Cuba las siguientes indicaciones: “Conviene que el Gobernador de la Luisiana, el de La Habana, u otro que sea de la entera satisfacción del Sr. Ministro de Indias, sea encargado de comisionar una o dos personas de gran sagacidad y zelo las quales puedan internarse en las colonias americanas insurgentes, estar a la vista de lo que ocurra, instruirse y avisar”, Miralles era sin duda, un candidato óptimo.
No sabemos en qué momento Miralles fue contactado y contratado como espía, pero se presupone que fue entre la promulgación de la Stamp Act de marzo de 1765, o las de la Townshend Revenue Acts de junio de 1767 y las modificaciones de la Tea Act de 1773.
Sin embargo, no fue hasta el inicio de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos en 1775, cuando Miralles comenzó a trabajar como espía. En ese momento fue llamado por la Corte española y comenzó a crear una red de agentes secretos por el Caribe y las Trece Colonias.
Conocemos los nombres de algunos de los agentes de la red de Miralles, como Juan José Eligió de la Puente y Regidor, primo hermano de su esposa establecido en la Florida inglesa donde debía vigilar los movimientos británicos e indagar las posibilidades de obtener ayuda de los nativos de la región ante un eventual ataque español. A Haití pasó el coronel de origen francés Antonio Raffelin, destinado en el regimiento de los Dragones de América, de guarnición en La Habana.
A Jamaica fue enviado Luciano de Herrera, un comerciante habanero amigo de Miralles, con la misión de estudiar el sistema defensivo de Jamaica. Y también formó parte otro alicantino importante en la historia del conflicto, Francisco Bouligny.
Miralles se establecería en Filadelfia, con la misión de introducirse directamente en las Trece Colonias y establecer relaciones con el Congreso Continental y con el general Washington.
El 31 de diciembre de 1777 Miralles comenzó su viaje hacía Filadelfia desde La Habana, pasó por Charleston, por los estados de Carolina del Norte y Virginia y llegó a Filadelfia en junio de 1778. Durante su viaje se reunió con los gobernadores de los estados por los que pasó como Edward Rutledge (SC), Abner Nash (NC) y Patrick Henry (VA).
El 21 de enero de 1778 Miralles fue nombrado observador y representante en EE.UU y se le concedió un presupuesto de 39.000 pesos para su misión. Pese a no tener órdenes claras por parte del gobierno español, se encargó de enterarse sobre si había planes de ataques de parte de las fuerzas armadas de Gran Bretaña contra posesiones españolas y ponerse en contacto con los representantes de las Trece Colonias.
Podemos decir sin miedo a equivocarnos que era un espía entre otras muchas cosas por el testimonio del agente doble Edward Bancroft que escribió “Vino, como espía e intrigante, sin embargo, el Congreso, con una confianza desprevenida, le dio la bienvenida como representante de un pretendido aliado”
El 27 de abril de 1779, Miralles llegó, junto con Conrad Alexandre Gérard, al campamento Middlebrook en Nueva Jersey donde Washington tenía estacionado a su ejército con el objetivo de pasar revista a su ejército. Así lo describió el médico James Thacher en su diario: “Trece cañones acaban de anunciar la llegada de M. Gerard, el ministro francés, y de un caballero distinguido de España, llamado Don Juan de Miralles; y se están haciendo los preparativos para dar a estos caballeros extranjeros la oportunidad de pasar revista a nuestro ejército”
Comienza la participación española
El 12 de abril de 1779, se firmó el Tratado de Aranjuez entre Francia y España. Según este tratado, España entraría activamente en la guerra de independencia estadounidense declarando la guerra a Inglaterra. A partir de este momento comenzaron unos preparativos que terminarían en junio de ese mismo año, momento en el que España atacaría a Inglaterra en territorio estadounidense.
Miralles fue el encargado de enviar una carta a Washington donde le informaba del inicio de operaciones militares por parte de las tropas españolas en Nueva Orleans, en la ciudad de Natchez y de enviar un documento al congreso de Filadelfia, el cual fue leído el 24 de noviembre de 1779, en el que informaba a los dirigentes de las Trece Colonias, de la declaración de guerra de España a Inglaterra:
“Don Juan de Miralles comisionado con suficiente autoridad por orden de Su Excelencia, Don Diego José Navarro, Gobernador y Capitán General de la Isla de Cuba fechada en la Habana, el 19 y 22 de Julio pasado, procedente de los que le ha sido comunicado por el Ministerio de Su Majestad Católica, para instruir y representar al Honorable Congreso de los Trece Estados Unidos de América, a todos y cada uno de los respetables Miembros, por los que se forma, de los siguientes particulares.
Que habiendo empleado dicha Majestad todos los prudentes y mejores esfuerzos, que siempre le dicta su consideración hacia la Paz, y el bien de la humanidad, para terminar la Guerra entre Francia e Inglaterra… Su Majestad ha determinado declarar la Guerra, contra el Rey de Inglaterra y ha ordenado a Sus Súbditos la Publicación de la misma con la mayor formalidad y Solemnidad en todos sus Reales Dominios, y así se publicó en la Ciudad de La Habana el 22 de Julio pasado.”
Miralles aprovechó ese documento para tratar ciertos temas referentes a la ciudad de San Agustín: “Habiendo sido ofrecida por el Honorable Congreso Continental la Conquista o toma de la Villa de San Agustín de la Florida, y entregarla a España se me encomienda, inspirar y solicitar dicha Conquista… Del mismo modo, para que el Gobernador y Capitán General de La Habana pueda dirigir sus operaciones de acuerdo con la fuerza bajo su mando, se me pide que le haga saber en qué tiempo y con qué fuerza por mar y por tierra podrá el Honorable Congreso Continental emprender la conquista o adquisición de San Agustín de la Florida.”
Estos documentos demuestran que Miralles tuvo un papel más activo y público tras la entrada activa de España en la guerra. Actuando como enlace entre Bernardo de Gálvez, gobernador de Luisiana y el Congreso estadounidense. El espía valenciano cumplió esta función a través de Washington, así vemos como el 18 de febrero de 1780, le pedía que le comunicase todos los movimientos ingleses de los que fuera conocedor.
“Como Vuestra Excelencia está más cerca que ninguna otra Persona de conocer los movimientos de los Enemigos, y otras Noticias que puedan ser de consecuencia para frustrar sus Ideas convenientes en América y que será de importancia que los Gobernadores Españoles estén enterados de ellas; Suplico a Vuestra Excia tenga a bien comunicarme cuantas puedan adquirir y penetrar en Vuestra Excia notoria Capacidad y perspicacia, para permitirme cumplir con ese extenso Objeto, e informar a Su Majestad de todo por cuya Real orden estoy muy Fuertemente encargado de influir en Vuestra Excia para que haga la mayor distracción con las Tropas de los Estados Unidos contra ellos de los Enemigos en Georgia, al efecto de atraer su atencion, para inhabilitarlos a enviar Sucesores a Punsacola y Mobila, que el Gobernador de Luisiana debe atacar Auxiliado con fuerzas de Mar y Tierra, que fueron preparadas en Havannah con todo lo necesario, y listas para Navegar cuando la Estacion lo permitiera.”
Petición que recibió respuesta el 27 de ese mismo mes: “Cumpliré con mucho gusto su petición de informarle de todos los movimientos del enemigo que lleguen a mi conocimiento y que puedan interesar de algún modo a los planes de su Corte”
Sabemos además que Miralles financió parte de la revolución estadounidense con su propia fortuna, pues en el momento de su muerte el estado de Carolina del Sur debía a el espía valenciano 35.000 pesos y también organizó el envío de equipamiento, a modo de donativo, a las tropas de las Trece Colonias.
Así en marzo de 1778, James Willing y Oliver Pollock, fueron enviados a Filadelfia para recoger una donación española de “9.000 varas de paño azul y diez y ocho mil varas de paño tinto de lana de las fábricas de Alcoy, 1.710 varas de paño blanco de id., 2.992 varas de estameña blanca, 6 cajas de quinina, 8 cajas de otras medicinas, 108 rollos de telas de lana y estameña, 100 quintales de pólvora en cien barriles, y 300 fusiles con sus bayonetas en 30 cajas”..
Miralles amigo de Washington.
Otro dato que suele llamar la atención de la historia de este personaje, es su amistad con el que fue el primer presidente de los Estados Unidos de América, el general George Washington
Fue durante uno de los banquetes que organizaba en su casa o en la de otras personalidades cuando comenzó a fraguarse la amistad entre el espía valenciano y el general, así el 31 de diciembre de 1778, es posible que fuera en la cena que organizó en la casa de Filadelfia de Conrad Alexander Gérard a la que asistieron George y Martha Washington y unas 47 personas más, 40 caballeros y 7 damas.
Sabemos además que afirmar que tuvieron una amistad no es algo gratuito, gracias a la correspondencia que ambos se enviaban y que afortunadamente se conserva en gran cantidad en la actualidad, siendo accesible desde Internet.
En una carta del 18 de mayo de 1779, en la que Washington le enviaba a Miralles un duplicado de una carta que había enviado al gobernador de La Habana, el general terminaba esa carta informativa de la siguiente manera: “Me complace la oportunidad que esto me brinda de asegurarle el sincero respeto y estima con que tengo el honor de ser su muy Obediente y humilde servidor.”
Es habitual encontrar estas palabras amables entre los dos hombres al final de cada una de las cartas que se enviaron, así en una carta de Miralles al general del 22 de mayo de 1779 podemos leer: “Honorable Señor. Me he visto obligado a aplazar la devolución a Vuestra Excelencia de mi más respetuoso agradecimiento por todos los favores con los que me habéis honrado durante la corta estancia que hice en el Campamento en la visita que tuve el honor de hacer a Vuestra Excelencia… Me atrevo a esperar de la bondad de Su Excelencia, así como de la de su Señora, que se complazca en aceptar las pequeñas bagatelas que me tomo la libertad de presentarle, y de las cuales se adjunta una lista… Tengo el honor de ser, con el mayor de los respetos, Honorable Señor, el más obediente y humilde servidor de Su Excelencia.”
El 10 de julio, Washington respondió su carta de la siguiente manera: “Los términos en los que menciona los testimonios de mi estima, que su corta estancia en el campamento me dio la oportunidad de mostrar, renueva el placer que sentí al manifestar el sentido que tenía del favor de su compañía. Sólo deseo tener la ocasión de darle otras pruebas más decisivas… Con mis mejores deseos de felicidad y con la mayor estima y consideración, tengo el honor de ser su obediente y humilde servidor”
Las muestras de afecto entre los dos hombres se dieron constantemente y era habitual que Miralles enviase regalos al general y el 16 de octubre de 1779 tenemos la primera misiva en la que se hace referencia a la amistad entres los dos, esto escribía George Washington: “Esto aumentó su valor, porque incrementó nuestra estima. Sólo puedo enviarle desde este lugar, a cambio, lo que ha tenido durante mucho tiempo, mi más sincera amistad… Tengo el honor de ser, con el más perfecto respeto y la mayor consideración personal, su más obtuso y obligado servidor”
Pero sin embargo el ejemplo perfecto y que, si no es la primera vez que lees sobre este tema seguramente ya conozcas, es el que encontramos en la carta enviada por el general a la mujer de Miralles tras la muerte de este y que reproduzco en el siguiente punto.
Es obvio que Miralles se acercó a Washington como parte de su misión al servicio de la Corona Española, sin embargo todo parece indicar, que ese primer acercamiento por interés, acabó generando una fuerte amistad.
Muerte y entierro
El 19 de abril de 1780, Miralles, junto con el embajador francés Anne-César de La Luzerne, llegaron al campamento de Morristown donde fueron recibidos con todos los honores por los hombres de Washington. Así lo escribía James Thacher en su diario: “El Caballero de la Luzerne, ministro de Francia, con otro caballero francés, y Don Juan de Miralles, un caballero distinguido de España, llegaron al cuartel general, desde Filadelfia, en compañía de su Excelencia el General Washington. El Mayor Trescott recibió la orden de salir con doscientos hombres para recibirlos y escoltarlos hasta el cuartel general, donde dos batallones desfilaron para recibirlos con los honores militares habituales. Varios de nuestros oficiales generales cabalgaron unas cinco millas para recibir a los caballeros, y su llegada fue anunciada por la descarga de trece cañones”
Sin embargo el viaje le pasó factura al valenciano el cual enfermó y tuvo que guardar cama en la mansión Ford, lugar donde el general Washington se hospedaba. Washington se mostró muy preocupado y atento al estado de salud de Miralles, manteniendo comunicación constante con el embajador francés al que le contaba cómo iba la situación algo que nos permite saber cómo fueron los últimos días de su vida.
- Carta del 26 de abril de 1780: “… me complace informar a su Excelencia de que, si ha experimentado algún cambio desde que lo dejó, es para mejor…”
- Carta del 27 de abril de 1780: “Tengo el honor de informar a Vuestra Excelencia de que el señor De Miralles ha pasado una noche más refrescante que de costumbre, acompañada de otros síntomas favorables; pero su pulso, a veces, es irregular y agitado”
- Carta del 28 de abril de 1780: “Con dolor informo a su Excelencia que el Sr. de Miralles ha empeorado en el día de hoy; ha tenido una noche inquieta y su fiebre ha aumentado; su garganta está ahora tan adolorida que es difícil que pueda alimentarse, y además de esto, su respiración es mala. Síntomas tan desfavorables en las etapas avanzadas de un trastorno permiten pocas esperanzas de recuperación”
En la mansión Ford, el espía valenciano fue atendido por los médicos del general y por su propia familia, pese a esto el 28 de abril de 1780 falleció, sobre las 3 de la tarde, a causa de una pulmonía tenía 66 años.
Washington escribió cartas a personalidades de todo tipo comunicandoles la muerte de Miralles, como a La Luzerne, Samuel Huntington o al capitán general de Cuba Diego José Navarro García de Valladares.
Y también la carta que el 13 de octubre le escribió a su viuda desde Preakness y que es la que más se ha reproducido en otros artículos y en la que podemos leer: “Todas las atenciones que he tenido a mi alcance para con su difunto marido han sido dictadas por la amistad que me inspiraban sus numerosas y amables cualidades. Su aflicción, señora, y la de su familia son motivos adicionales para el pesar que siento por su pérdida. Estimado por todos los que tuvieron el placer de conocerlo, no podía dejar de ser querido por sus conexiones más íntimas y tiernas. Mi corazón siempre pagará un tributo a su memoria, y tomará una cálida parte en las aflicciones, que su pérdida debe ocasionar a su familia”
Miralles fue enterrado el 29 de abril en el cementerio de Morristown con todos los honores la mejor fuente para conocer como fue su entierro la encontramos en una entrada del diario del médico James Thacher, en la que lo describió con detalle y que paso a transcribir integramente:
“El difunto era un caballero de alto rango en España, y había sido durante un año residente en nuestro Congreso, por la corte española. El cadáver estaba vestido con un rico estado, y expuesto a la vista del público, como es costumbre en Europa.
El féretro era de lo más espléndido y majestuoso, forrado en su totalidad con fina batista, y cubierto por fuera con rico terciopelo negro, y ornamentado de manera soberbia. La parte superior del féretro se retiró para mostrar la pompa y la grandeza con la que estaba decorado el cuerpo. Llevaba un espléndido vestido completo, consistente en un traje escarlata, bordado con ricos encajes de oro, un sombrero de tres picos con cordones de oro, y una gentil peluca de cued, medias de seda blanca, grandes zapatos de diamantes y hebillas para las rodillas, una profusión de anillos de diamantes decoraban los dedos, y de un soberbio reloj de oro engastado con diamantes, colgaban varios ricos sellos.
Su Excelencia el General Washington, con varios otros oficiales generales y miembros del Congreso, asistieron a las solemnidades fúnebres, y caminaron como principales dolientes. Los demás oficiales del ejército y numerosos ciudadanos respetables formaban una espléndida procesión que se extendía aproximadamente una milla. Los portadores del féretro eran seis oficiales de campo, y el ataúd fue llevado a hombros por cuatro oficiales de la artillería en uniforme completo. Durante la procesión se dispararon cañones de ánima rayada, lo que aumentó en gran medida la solemnidad de la ocasión.
Un sacerdote español ofició el servicio en la tumba, en la forma católica romana. El féretro fue encerrado en una caja de madera, y toda la profusión de pompa y grandeza fue depositada en la tumba silenciosa, en el cementerio común, cerca de la iglesia de Morristown. Se ha colocado un guardia en la tumba, para que nuestros soldados no tengan la tentación de cavar en busca de un tesoro escondido. Se entiende que el cadáver va a ser trasladado a Filadelfia. Se dice que este caballero estaba en posesión de una inmensa fortuna, y que ha dejado a sus tres hijas en España cien mil libras esterlinas cada una”
Su estancia fue corta, pues en verano de 1780, sus restos fueron llevados a La Habana por las goletas “El Page” y “Stephens”, donde fueron enterrados en la cripta de la iglesia del Espíritu Santo.
Miralles fue fundamental para la entrada de España, primero con ayuda económica y más tarde con fuerzas en tierra, en la Guerra de Independencia de Estados Unidos, sus conocimientos del terreno y la información que recopiló seguramente ayudó en gran medida a los avances hispano estadounidenses en el conflicto.
Sin embargo su figura, como buen espía, fue olvidada por completo. De los más de 100 padres fundadores que tiene Estados Unidos, solo hay uno español, Bernardo de Gálvez, el hombre al mando de las tropas españolas en la famosa Batalla de Pensacola, junto a su nombre falta sin duda, el de Juan de Miralles y Trayllon.